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Los mejores ingenieros
Posted by Leonel in Diseño, Ingeniería, Trabajo en equipo, Usabilidad on 8 September 2009
Sería un tanto pretencioso decir que hay ciertas características bien identificadas que definen a los mejores ingenieros, sobre todo porque cuando se presentan circunstancias especiales – como catástrofes, emergencias o problemas muy difíciles – los factores de peso pueden ser múltiples. Sin embargo, como se verá más adelante, existen cuatro virtudes que marcan una diferencia tan palpable que no es posible ignorarlas y en particular hacerlo en la formación de los futuros ingenieros trae consecuencias negativas.
La fórmula para “formar” a los mejores ingenieros del mundo parece sencilla: matemáticas, física, química, todas de buen nivel, cursos exigentes en el área técnica y profesional de la rama y un complemento que cubra las principales habilidades de gerencia y administración que tan necesarias resultan para el trabajo en el mundo empresarial actual.
Pero esa fórmula tiene un fallo: no ayuda por sí misma a obtener ciertas habilidades para las que la clave no es el contenido formativo, sino la práctica constante, el enfoque de los ejercicios, las situaciones a las que como parte de cada curso se expone a los alumnos, etc.
Sin más, esas cuatro virtudes o habilidades especiales tan deseables en un ingeniero son: el trabajo en equipo, cuidado por la seguridad, respeto por el usuario y pasión por el diseño. Ninguna puede considerarse más prioritaria que otra, puesto que usualmente son inherentes y concomitantes a cualquier proyecto.
Trabajar en equipo en ingeniería ni siquiera es una opción, pero que siempre se tenga que hacer no significa que siempre se haga bien. Hay mejores formas de trabajar en equipo y hay vicios que se le oponen directamente, como el protagonismo individualista, la inconsistencia en la planificación o en la definición de objetivos, las fallas en la comunicación, etc.
Muchos ingenieros deben aprender a trabajar en equipo en su vida profesional – por no haberlo aprendido en sus años de formación en la escuela de ingeniería – y mejorar cada vez más en ese aspecto a costa de perder eficiencia si no lo hacen.
Pero esa no es una opción en materia de seguridad donde las omisiones y negligencias pueden resultar en graves pérdidas económicas o humanas.
El mejor ingeniero en seguridad es el que la tiene presente a partir del mismísimo inicio de cada ciclo de ingeniería, desde el planteamiento de un proyecto, pasando por sus etapas de análisis y diseño, el respeto por las normas establecidas de seguridad y el recurso a principios más generales cuando las buenas prácticas no están bien identificadas, es lo que garantiza una solución segura para los usuarios finales.
En último caso, los riesgos no cubiertos, por cualquier razón, deben quedar claramente consignados en la documentación del proyecto.
Por tanto, la seguridad en ingeniería debe ser también un hábito del ingeniero. Ahora bien, la adquisición de un hábito puede hacerse en los años de formación, en ambientes donde los riesgos se controlan mejor, o puede hacerse en el ejercicio profesional con lo que el costo del aprendizaje corre por cuenta de los usuarios finales. Obviamente es mejor crear el hábito en los años de formación.
Pero esto no se logra si la seguridad se confina en la formación a uno o varios cursos independientes del resto – que usualmente se colocan al final de la carrera – como si la falta del hábito de la seguridad pudiera subsanarse con puros conocimientos teóricos. Es mejor que en cada proyecto, sin importar el curso o el contexto en el que se ejecuta, se exija al estudiante que cuide los aspectos de seguridad. Esta sí es una forma efectiva de crear el hábito. Requiere creatividad de parte de los catedráticos y evaluadores identificar los requisitos de seguridad en todo proyecto. Para encontrar indicios, se puede hacer la pregunta ¿qué tendría que tener este proyecto para no comprometer la seguridad de sus usuarios si fuera implementado en el mundo real?
De la misma forma se puede promover el respeto por el usuario final. En buena parte de los cursos de ingeniería se pierde el interés por la usabilidad de los productos finales, probablemente porque se enfatiza la calidad técnica de la solución, es decir sus mecanismos internos de funcionamiento, su eficiencia en el proceso, el costo mínimo, etc. No es difícil olvidar que alguien será el usuario final de la solución y que la eficiencia técnica no sirve de mucho si el artefacto es imposible de usar, sin mencionar que el costo de soporte de un mecanismo complicado para el usuario se eleva hasta anular cualquier ahorro en su fabricación.
En relación al diseño pareciera una redundancia recalcar lo importante que es. Todo proyecto de ingeniería debería empezar su etapa de construcción con un diseño bien estructurado. El hecho de que no suceda así es indicativo de que algo falta para hablar de verdadera ingeniería.
Nuevamente el énfasis se traslada demasiado rápido al reto técnico de la construcción, con todas sus variables, materiales, tecnología y trabajo práctico y se obvia o disculpa el paso y la evaluación de un buen diseño, hasta convertirse en algo habitual, es decir, un vicio, el vicio de no diseñar.
Más que inculcar el hábito lo que la escuela de ingeniería debería lograr es despertar en el futuro profesional una pasión tal por el diseño que nunca pueda plantearse ni remotamente empezar una etapa de construcción sin un diseño bien definido.
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